Libro de Horas Peckover


El Libro de Horas Peckover es un manuscrito compuesto en latín para el uso de Salisbury. Fue ejecutado en Brujas a mediados del siglo XV (1455-1460) y fue iluminado por los Maestros de Mildmay y de los Ojos Cerrados con 24 miniaturas a toda página, 8 de menor tamaño, 8 iniciales historiadas y 12 miniaturas de calendario a doble página. El códice consta de 190 folios de pergamino más algunos folios sueltos incorporados posteriormente. Su tamaño es de 21 x 14,5 cm y el bloque de texto, con un área de 12 x 6,5 cm y 19 líneas por página, está escrito en letra gótica con tinta negra sobre una pauta rosada.




Este devocionario, extenso y ricamente decorado, constituye un ejemplo elocuente de la sofisticación del comercio librario flamenco, especializado en surtir de manuscritos para una clientela internacional, gracias a la exportación a través de mercaderes que residían en, o pasaban por Brujas. En este caso, se trata de un libro concebido para el mercado inglés; de hecho, estilísticamente se le relaciona con varios libros de horas actualmente en la Biblioteca Británica: las Horas De Gray y las Horas de Catalina de Aragón. Los tres códices poseen unos bordes opulentos provistos de frondosa decoración de acantos, pintados en imitación a la iluminación inglesa de la época.





Aunque se desconoce la identidad del maestro iluminador, se considera que sus miniaturas a toda página salieron de la misma mano, ya que no hay variaciones sustanciales en la iconografía o la composición de los temas en ninguno de los tres códices: en todas ellas aparecen figuras con una expresión facial dulce, recatada, con los ojos entrecerrados, si bien en algunos casos la estructura de la imagen aparece invertida. N. Rogers ha bautizado a este pintor con el nombre de Maestro de Mildway, por su trabajo en un libro de horas ejecutado para dicha familia, responsable también de la iluminación de un breviario para Adolfo de Clèves, actualmente en la Biblioteca Real de Bruselas. La deuda del Maestro de Mildway con Wilhelm Vrelant, es muy evidente: de hecho, las miniaturas del Calendario de este libro de horas están basadas en los diseños del devocionario ahora en el Museo Getty de Los Ángeles (MS Ludwig IX.8).





Los temas de las miniaturas a página completa de este códice son los siguientes:

f. 13v Cristo sosteniendo un libro
f. 21v Santísima Trinidad entronizada
f. 24v San Juan Bautista
f. 26v Martirio de Thomas Beckett
f. 28v San Jorge lanceando al dragón
f. 30v San Cristóbal portando al Niño Jesús a hombros
f. 32v Santa Ana con la Virgen y el Niño
f. 34v Santa Magdalena
f. 36v Santa Catalina
f. 39v Santa Margarita emergiendo del dragón
f. 41v Anunciación
f. 49v Traición y prendimiento de Cristo
f. 63v Cristo ante Pilatos
f. 68r Flagelación de Cristo
f. 72v Cristo portando la cruz
f. 75v Crucifixión
f. 78v Descendimiento de la cruz
f. 81v Entierro de Cristo
f. 87v Virgen con el Niño entronizados
f. 99v Presentación de la Virgen en el templo
f. 104v Caída del hombre
f. 108v San Juan Evangelista
f. 115v Juicio Final
f. 134v Misa de difuntos en una capilla
f. 157v Ángeles portando las almas hacia el Cielo
f. 171v Cristo como Varón de Dolores
f. 178v San Jerónimo con el león en su estudio




Por su parte, las miniaturas de menor tamaño y las iniciales historiadas de las páginas de texto fueron pintadas por uno de los iluminadores de los Rollos de Oro, también conocido como Maestro de los Ojos Cerrados, así nombrado por su uso frecuente de zarcillos dorados en los fondos de sus escenas.



Libro de Horas de Eger


El Codex U2 VI. 8, actualmente en posesión de la archidiócesis de Eger (Erlau), contiene 54 hojas en pergamino iluminadas, de 120 x 78 mm de tamaño. El texto fue escrito en letra híbrida (bastarda), a razón de 34 líneas en cada página. La encuadernación se realizó en la segunda mitad del siglo XIX con piezas de la supuesta funda de terciopelo verde original y con respaldo de cuero. La disposición del texto difiere del orden general de los libros de horas, en la medida en que no contiene todos los componentes de los libros de horas del siglo XV, sino que se limita a los textos más necesarios debido a su formato pequeño.

Nuestro Libro de horas no contiene todas las oraciones habituales y, por lo tanto, las ilustraciones de los milagros de los santos tampoco aparecen en las ilustraciones. Pero aún así, el Código contiene en su 54 pergaminos 10 miniaturas a página completa (de un formato aproximado de 110 x 72 mm) y 6 más pequeñas (de aproximadamente 35 x 27 mm), así como también 24 imágenes de calendario, de las cuales las escenas agrarias tienen unas dimensiones de 21 x 44 mm, y los símbolos del zodiaco de 32 x 17 mm. Las páginas con las 6 pequeñas miniaturas y las 12 páginas del calendario están bordeadas por marcos exteriores con una espléndida decoración. De las 79 páginas, solo los bordes exteriores longitudinales están provistos de una barra lateral. De las 108 páginas, 107 están ornamentadas, en otras palabras, hay, por así decirlo, una pintura más o menos elaborada en cada página. La parte posterior de la hoja 42, ya mencionada en el primer estudio, está vacía. Aquí faltan los Siete salmos penitenciales, o solo se conservan fragmentos, así como la ilustración habitual del rey David con el arpa.




El escribano y el iluminador que caligrafiaron y decoraron el libro de oraciones se esmeraron en su tarea. No hay una página en la que no se encuentren al menos una espléndida letra más grande caligrafiada o una letra inicial más baja sobre fondo dorado; tampoco son infrecuentes las páginas con entre 12 y 14 letras resaltadas. Las palabras individuales fueron escritas en rojo (las palabras miniaturista y miniatura derivan de miniator, rojo en latín). Cabe suponer la participación de editor que supervisaba la organización del manuscrito, porque en todos los casos trata de que la composición de la página sea uniforme. Si la oración no había llegado al final de la línea, rellenaba la línea con una rama sin hojas o con otro elemento decorativo. Cada página es una entidad tipográfica, un todo cerrado.

La ornamentación de los marcos fue creada por el iluminador a partir de un material formal ya bien establecido por la pintura francesa; en unos casos es espontánea y en otros geométrica, pero en ambos casos sigue el mismo patrón: el elemento más importante es el rico zarcillo con hojas de acanto pintadas en dos colores, en el que se insertan los monstruos fantásticos, típicos de la Edad Media. El flujo monótono de zarcillos se interrumpe por formas geométricas insertadas. La ornamentación consiste en una gran variedad de rectángulos o cuadrados yuxtapuestos, encerrados en círculos ornamentales de hojas sobre tierra dorada o blanca, rayas horizontales con las puntas convergentes y, en ciertos pasajes, diamantes emparejados, rayas en zigzag también sobre un fondo dorado y blanco, así como también toda suerte de figuras geométricas.



Libro de horas de Kacmarcik

El Libro de horas de Kacmarcik, se produjo a comienzos del siglo XVI en un atelier (taller) en Ruan, Francia. Las miniaturas manifiestan las influencias de los talleres de París y Tours, y presentan colores ricos e iluminaciones en oro. Se cree que estos talleres empleaban métodos de producción de línea de montaje, lo que significa que quizás hayan trabajado varios iluminadores diferentes bajo la supervisión de un maestro ilustrador, con el fin de mantener una coherencia en la presentación.



El texto del Libro de horas de Kacmarcik refleja la influencia de las costumbres litúrgicas de Sarum (Salisbury, en Inglaterra) en su calendario de los santos y en la adición de las horas devocionales de la Santa Cruz y el Espíritu Santo todos los días entre las laudes y la prima. La ocupación inglesa de Francia después de la batalla de Agincourt, en 1415, engendró ese tipo de fertilización cruzada entre las tradiciones litúrgicas. Esta disposición de los textos devocionales explica la ubicación poco corriente de las imágenes de la Crucifixión y el Descenso del Espíritu Santo entre las imágenes de la Visitación y la Natividad de Cristo.




El manuscrito consta de 141 hojas folios y mide 16 x 11 centímetros. Es posible acceder a la consulta de la obra completa en línea, a través de este enlace.

Las miniaturas poseen un singular encanto, por sus trazos sencillos y algo esquemáticos, el primor de su ejecución y la simpatía de las figuras. No se trata, desde luego, de una obra suntuosa, e incluso para la época se nos antojan bastante rudimentarias; aun así, cumplen perfectamente su función de soporte visual para la meditación. A ello contribuye la ausencia de decoración de los bordes, que se limitan a un grueso marco dorado con una inscripción latina al pie. Especialmente atractiva nos parece la miniatura que ilustra la escena del Juicio Final, planteada con claridad compositiva y una eficacia pictórica muy notable. Puede visualizarse aquí.





Libros de horas: cómo se formó el canon textual


Un libro de horas fue, originariamente, un devocionario surgido en la Edad Media con oraciones para cada momento del día destinado a los laicos. Dado que los más bellos ejemplos de este género se originaron en el mundo de habla francesa, en Francia y Flandes, ahora se los llama comúnmente Livres d'heures (libros de horas). Ya en la Edad Media se les llamaba horae, heures, libri d'ore y en alemán, stundenbuch. Nuestro libro lleva el título latino Horae Beatae Mariae Virginis en la primera página, lo que significa: Libro de horas de la Santísima Virgen María.

Esta designación se deriva de la organización misma del libro de oraciones, cuya estructura evolucionado a partir de las oraciones asignada a cada hora del día para uso del clero, las Horae. La oración que se realiza en conjunto (oración en coro, oficio) tiene su origen en las costumbres de la sinagoga. En la época de Jesucristo, por la mañana y por la tarde, y a veces a la hora del almuerzo, los judíos celebraban reuniones religiosas en las sinagogas que consistían en cantar salmos, lecturas de las Sagradas Escrituras y diversas bendiciones.

Los primeros cristianos todavía tomaron parte en estos servicios religiosos, pero cuando fueron repudiados totalmente por los judíos, hacia el año 65, estas devociones se trasladaron a las casas particulares, luego a las catacumbas y más tarde a las iglesias; en estas ceremonias se entonaban los viejos salmos, se leían pasajes de las Sagradas Escrituras y el oficiante pronunciaba sus sermones (homilías). Todo ello se desarrollaba inicialmente por la noche, más tarde se generalizó a las oraciones matutinas e incluso, en los primeros siglos del cristianismo, se introdujeron en el santo sacrificio de la misa, en la tercera, sexta y novena hora del día (según la época romana), ciertas oraciones más breves para completar la cereminia.

La vida eremítica en los desiertos de Egipto, Palestina y Siria, donde se implantaron las primeras comunidades monásticas orientales y, desde el siglo cuarto, también en Occidente, no sólo tomó introdujo devociones en sus rutinas diarias, sino que se amplió con una nueva plegaria por la noche y una segunda oración por la mañana. Este complejo desarrollo alcanzó su cima con la Regla de San Benito de Nursia a principios del siglo VI, quien también prescribió a sus monjes una oración por la tarde. Esta regla estableció todos los componentes de las plegarias comunitarias, válidas todavía hoy en día en amplios círculos de la Iglesia, y son los siguientes:

Matutinum - Primera de la noche, Maitines
Laudes - Alabanza de la mañana
Prima - Oración de la mañana (a las 6 en punto)
Tertia - Oración de la mañana, Tercia (a las 9 en punto)
Sexta - Oración del mediodía (a las 2 en punto)
Nona - Oración de la tarde, no (a las 3 en punto)
Vesperae - Oración vespertina, Vísperas (a las 6 en punto)
Completorium - Oración nocturna, Completa (antes de acostarse)

El clero mundial siguió el ejemplo de los monjes con cierto retraso. En las residencias episcopales, los sacerdotes, dirigidos por el obispo, oficiaban las oraciones de la mañana y la tarde junto con los discípulos en las parroquias de los pastores. Desde el siglo VIII, después de la fundación del cabildo de la catedral, los cánones de la comunidad asumieron el episodio completo de las oraciones de las horas.


Doble página del Libro de Horas La Flora


La participación en las oraciones comunitarias fue obligatoria para los monjes desde el principio. El clero secular del siglo VI estaba legalmente obligado a realizar oraciones nocturnas, matutinas y vespertinas. Fue solo en el siglo VIII cuando se hizo oficial la sucesión completa de las oraciones. A partir de ese momento, su trabajo también se convirtió en un deber (oficio) para el clero mundano. ¿Cuál era el contenido de estas oraciones? En el curso de una semana debía cantarse el Salterio completo (con los 150 Salmos) y leerse secciones más largas de las Escrituras, además de sermones y homilías de los Padres de la Iglesia para explicar los textos bíblicos recién escuchados; en último término, se glosaba de manera detallada la vida del santo cuya onomástica se conmemoraba ese día. Entre las enseñanzas y las lecturas, se cantaban himnos y antífonas.

Por supuesto, toda una serie de códices extensos y de gran formato, bibliotecas pequeñas y reales eran necesarias. Así, desde el siglo X en adelante, el deseo cada vez más fuerte de libros es comprensible, en el que los textos más importantes se unieron en un solo volumen, un libro del que se habla no solo en la iglesia, sino también en el hogar durante el día. trabajo, viaje o mesita de noche. Este deseo solo podría cumplirse si los textos previamente comunes fueran acortados por completo, a menudo reducidos a pistas e insinuaciones y resumidos. Así, en el transcurso del siglo XI, apareció el Breviario, una colección de oraciones comparativamente corta y práctica que uno podía llevar consigo.

Desde el siglo X en adelante, el deseo de atesorar libros en el que los textos más importantes de la liturgia se reunieran en un solo volumen se hizo cada vez más patente, y no hablamos sólo de un códice para su uso en la iglesia, sino también en el hogar durante el día, en el puesto de trabajo, durante un viaje o sobre la mesita de noche. Este deseo solo podría cumplirse si los textos comunes fueran abreviados de manera considerable, y a menudo reducidos a meros resúmenes. Así, en el transcurso del siglo XI apareció el Breviario, una colección de oraciones comparativamente corta y práctica que uno podía llevar consigo.

Se suponía que el contenido era el mismo en toda la Iglesia, pero desde el principio existieron diferencias sustanciales entre los breviarios de las Iglesias orientales y occidentales, así como también entre los de las distintas órdenes monásticas, los principales centros eclesiásticos, los países y las diócesis. Para muchos de los creyentes, la colección se les antojaba demasiado corta: retrasaba el desarrollo, paralizaba la creatividad y hacía que la liturgia se volviera gris y rígida; es por ello que fueron muchos los que complementaron las oraciones oficiales con devociones más agradables y agregaron nuevas oraciones que les parecieron más sabrosas y efectivas. Estos textos se entonaban después de las devociones comunes y más tarde se incorporaron como un apéndice a los libros de oraciones oficiales, los breviarios.


Página iluminada de un Breviario del s. XVI


Entre estas oraciones añadidas tardíamente se encontraba el Pequeño Oficio de la Santísima Virgen María (pequeño, porque era más corta y más simple que las oraciones marianas festivas y sabatinas), los oficios de la Santa Cruz y del Espíritu Santo, el Oficio de difuntos, los siete salmos penitenciales y numerosas oraciones populares.

Estas oraciones a las que se hace referencia en el apéndice fueron especialmente populares entre los laicos. Satisfacían sus necesidades espirituales, y también eran relativamente cortas. Aquellos que no sabían leer, o al menos no el latín, podían memorizar fácilmente estos textos y recitarlos siempre que quisieran. Hasta entonces, los laicos disponían de un único libro de oraciones, el Salterio (aunque podían memorizar los Salmos), y ahora contaban con un devocionario renovado, aumentado por hermosas oraciones, especialmente por el Oficio de la Virgen. El apéndice del Salterio se hizo cada vez más extenso y en el siglo XIII ya había alcanzado un volumen tal, que hacía inevitable la separación. Del total, solo los salmos más populares, los salmos penitenciales y algunas veces también los llamados salmos graduales, se incluyeron en la colección semioficial de plegarias litúrgicas, más solemnes y emocionales, que en conjunto reflejaban la nueva sensibilidad popular: la devotio moderna.

Así, a mediados del siglo XIII llegamos al nacimiento novedoso códice, el libro de oraciones del laico, psicológicamente más exigente: el libro de horas o Livre d'heures. Además de las oraciones del Breviario, se incorporaban los Salmos Penitenciales, el Calendario y la Letanía de Todos los Santos, así como pasajes bíblicos seleccionados, varios sufragios cortos y oraciones, entre otros a los santos locales, así como oraciones particularmente populares que se agruparon en torno al Oficio de la Virgen. Bajo ninguna circunstancia se podía pasar por alto esta oración mariana; si el reducido espacio lo exigía, se omitía uno u otro texto litúrgico, o cualquier oración de la colección. La secuencia de las piezas individuales no es de ninguna manera canónica. Hubo muchas variaciones en los libros de horas. Así como uno no encuentra dos catedrales medievales idénticas, no hay dos libros de horas idénticos (salvo, tal vez, aquellos que fueron creados en serie a partir de la invención de la imprenta de caracteres móviles).




El Oficio de la Virgen de Juan de Bourdichon


El Oficio de la Virgen de Juan de Bourdichon (actualmente en la Biblioteca Apostólica de El Vaticano) es, en puridad, un libro de horas, cuyo contenido fue dispuesto para el uso de Roma y, por lo tanto, para cualquier lugar del área de la iglesia occidental. La selección de los santos de los Sufragios parece ajustarse a las preferencias puramente personales de un individuo concrete, mientras que en la Letanía se detecta una reserva básica usual que apunta a París o, al menos, al área central del reino, con algunas alusiones inusuales como Marcial de Limoges, discípulos de Jesús y Robert de La Chaise-Dieu. El calendario está más claramente localizado; hace pensar en un comprador de la región del Macizo Central. Sin embargo, las personas que han escrito, decorado e iluminado el códice no estaban afincadas ni en Limoges, que es un centro del arte del esmalte, ni en Clermont-Ferrand; lo más probable es que el taller que asumió su realización se encontrase más al norte, y quienes lo confeccionaron puede que se mudaran a Roma, tal vez a través de Aviñón.

La decoración del manuscrito, atribuida a Juan de Bourdichon, cumple la función de estructurar el texto, señalar inicios importantes de secciones y, por lo tanto, facilitar el uso práctico del libro de una forma bastante simple y clara. El texto heterogéneo de los libros de horas, con su selección y secuencias variando de copia en copia, exigía especialmente tales ayudas. Además, la ilustración brindaba la oportunidad de inspirar devoción más allá de los textos al incluir escenas sagradas que debían considerarse junto con los libros de texto, aunque ni siquiera fueran mencionadas en las oraciones latinas.




Las imágenes y el texto no encajan en la unidad esperada. Estimulan reflexiones de diferentes tipos. Las siete representaciones de la historia de la infancia de Cristo y la Coronación de la Virgen, con las que está iluminada la Virgen María, permiten que la historia de la salvación contenida en ella sea meditada en el transcurso del día. Esto sucede independientemente del texto en latín de las oraciones de cada hora, tal vez porque muchas personas que no entienden bien el latín apenas lo perciben.


En todas las viñetas decorativas del códice del Vaticano se combinan tres colores brillantes utilizados en conjunción con el oro: un azul intenso, un rojo mate y un tono similar al ocre. En algunos lugares, las tintas negras refuerzan el modelado, mientras que el blanco sirve como forma de intensificar el azul. Se pueden encontrar tres tamaños de letra: línea única, dos líneas y (solo en un lugar) tres líneas como una marca de la oración mariana O intemerata (fol. 18).




Las iniciales de una línea también se distinguen de las más grandes por su técnica: aparecen en una combinación no muy sistemática de azul, rojo y ocre con lombardos dorados, letras redondeadas prensadas, que en última instancia, forma de italiano. Ásperas líneas doradas marcan los bordes del amplio rectángulo rectificado y llenan los campos con zarcillos, que, a menudo están diseñados en forma de espirales, delatando su procedencia de la decoración gótica de hoja espinosa más antigua.


Las superficies más grandes invitan a un diseño más complicado: los cuerpos de las letras se modelan, ocupados por un aumento en el follaje, que forma pequeñas enredaderas hacia el borde, que pueden extenderse más allá del área de texto. Las zonas del interior se usan de manera irregular para formas de animales, como un caracol bajo la imagen de San Juan (folio 11 bis) o aves bajo la imagen de la Virgen (folio 15 bis). La más elaborada es la inicial de tres líneas (folio 18) en forma de un pájaro en el follaje. 





La tendencia a las formas rectangulares bajas y las variantes líquidas delgadas de los lombardos confirman lo que ya se ha dicho sobre la bastarda. Por supuesto, no permiten una clasificación temporal más precisa, ya que letras similares se habían pintado ocasionalmente en Francia alrededor de 1430 y tampoco en el siglo XVI había pasado de moda todavía.


Más característica es la decoración de los bordes. Por su peculiaridad más llamativa, hay un término técnico francés que puede designar al mismo tiempo todo un período de producción de libros en Francia: "Borderures a compartiments" se llaman los márgenes ornamentales de este tipo, y una catalogación indica desde el principio que es una obra del la segunda mitad del siglo XV o tal vez incluso de los primeros años de 1500.