Devocionario de Michelino


José Luis Trullo.- El llamado Devocionario de Michelino es un manuscrito depositado en la Biblioteca Morgan de Nueva York. Consta de 99 folios en vitela y mide 17 cm de alto y 12 cm de ancho. La datación más probable de su composición se remonta hacia 1405-1410, y se desconoce para quién fue confeccionado con exactitud. El manuscrito, en la actualidad, consta de 22 miniaturas a toda página, frente a cada una de las cuales figura el texto de una oración, caligrafiado por un único escriba; ambos folios enfrentados presentan un marco decorado de manera muy similar, lo cual imprime al conjunto cierta unidad, no siempre presente en otro tipo de devocionarios. Según los estudiosos, es probable que algunos marcos fueran pintados por algún ayudante de Michelino, así como también ciertas figuras de santos. 25 páginas con plegarias han perdido sus miniaturas.



Todos los devocionarios se organizan de acuerdo con la liturgia, consagrada a las festividades y a los santos del calendario eclesiástico. Se abre con la Natividad, el nacimiento de Jesús, y concluye con la imagen de Santa Lucía (folio 89v), acompañado por una página de texto con una oración para el 13 de diciembre. Gracias a la conservación de la mayoría de las páginas con plegarias, se ha podido reconstruir el devocionario prácticamente en su totalidad. Asimismis, rey de Francia, Luis de Toulouse y Martín de Tours, los cuales fueron venerados por los Visconti de Pavía, también retratados en el libro (aunque no es seguro que éste les perteneciera). La hipótesis que se permite deducir de todos estos datos es que las páginas perdidas pudieron ser arrancadas por los descendientes de la casa Visconti, molestos por el hecho de que su herencia había sido vendida. Por todo ello, en su estado actual el devocionario carece de cualquier referencia al rango del propietario, así como a aquellos otros aspectos que suelen personalizar este tipo de libros de horas.



El devocionario debe ser tomado en el contexto del servicio litúrgico, iluminado por velas parpadeantes, rosetas iluminadas por la luz del sol y vidrieras de múltiples colores, ambientado tal vez por música y perfumado aromas de incienso. Todo este ambiente encantado parece haber invadido el libro de Michelino, cuyas etéreas tonalidades e ingenuas composiciones, aún teñidas de la espiritualidad medieval, imprimen al conjunto de una íntima devoción, sincera y profunda. Es de suponer que la experiencia previa del artista como vitralista le sirvió para plasmar con gran habilidad la luminosidad cromática en su manuscrito, la cual se traduce en unas figuras ligeras y una austeridad carente de artificios gratuitos.

Como advirtió en su momento Pächt, tres escenas del manuscrito de la Biblioteca Morgan retoman otras pintadas antes por Michelino para un libro de horas para el uso de Pavía, y que en la actualidad se conservan en la Biblioteca Municipal de Aviñón con la signatura Ms. 111. Entre la composición de uno y otro libro se cree que transcurrieron más de diez años, y ello se deja notar en la configuración de la miniatura, bastante más simple y sintética en el ejemplo más temprano.

Uno de los aspectos que más llama la atención de este devocionario es la abundante presencia de animales en las escenas, entre ellos caballos, camellos, un buey, un halcón, pajarillos y hasta un leopardo. Se cree que, como protegido del Duque de Visconti que fue, pudo acceder al zoo privado del que éste disponía, lo cual le facilitaría los apuntes del natural.



Tanto las miniaturas como las páginas destinadas al texto de las oraciones aparecen enmarcadas por una especie de estructura de enredadera vegetal plagada de hojas y flores rítmicamente dispuestas, en una organización muy distinta -y más sencilla y equilibrada- que los arabescos profusamente enroscados de los libros de horas flamencos. De un modo bastante original, en numerosas miniaturas las flores del marco aparecen replicadas dentro de la misma, lo cual confiere a la lámina una impresión de unidad y fluidez muy característica. La presencia de flores en un texto religioso no debe sorprender, ya que se las suele utilizar simbólicamente como un signo de belleza trascendente y salvación espiritual. Así, la elección del frijol o flor de guisante para enmarcar la escena del entierro de Cristo (folio 24v) se debe a que, según el enciclopedista borgoñés Pierre Bersuire, dicho flor era un símbolo del propio Cristo encarnado; asimismo, los girasoles azulados del borde de la Resurrección (folio 26v) representan el equivalente simbólico del sacrificio cristiano, la Eucaristía: así como el cuerpo de Cristo está presente en la hostia, hecha de trigo, Su sacrificio se manifiesta por la presencia de las flores celestiales creciendo en los campos entre las mieses.



La importancia del contexto vegetal en un libro que todavía pertenece, por su datación, a la Edad Media, ha permitido a los analistas proponerlo como precursor del gusto por la naturaleza que iba a caracterizar al inminente Renacimiento. De hecho, en la corte del Duque de Visconti se respiraba un interés creciente por los estudios naturales, hasta el punto de que en la misma se crearon numerosos herbarios iluminados. Lo mismo estaba ocurriendo también en las vecinas cortes de Carrara y de Padua. La abundancia de ediciones ilustradas del Tacuinum Sanitatis -un manual de higiene basado en tratamientos con plantas medicinales- que se han datado en esta época, en las cortes del Norte de Italia, atestiguan dicho interés.

Por su parte, la representación de la figura humana por parte de Michelino resulta bastante llamativa. Así, por ejemplo, muestra a los apóstoles con un aspecto bastante rústico, incluso rozando la caricatura, de manera que su escaso sentido de la compostura parece que trata de transmitir la urgencia de su misión espiritual en la tierra. No pocas miniaturas (caso de la Presentación en el Templo, el Lavado de los pies, el Hallazgo de la Vera Cruz y la Ascensión) comparten esta visión del cuerpo humano poseído por la voluntad divina.