Libro de Horas de la reina Ana de Bretaña


Realizado para la reina Ana de Bretaña por Jean Bourdichon, la confección de las Grandes Horas no tiene parangón: es de un espíritu totalmente diferente, densa, carnosa, adornada y con un fuerte relieve disimulado en su brillo y en su variedad, y en su preocupación de exactitud botánica y enciclopédica.

La obra es de gran valor y digna de una reina por la amplitud y número de sus pinturas (en su origen debieron existir cincuenta y una e incluso cincuenta y dos), pintadas en reverso de hojas independientes, cuyo anverso se ha dejado en blanco. Las miniaturas están compuestas a página completa, presentando a los personajes muy cercanos, incluso a medio cuerpo en ocasiones.




El Libro de Horas de Ana de Bretaña permaneció ignorado formando parte del antiguo fondo real. Casi doscientos años después fue descubierto por Luis XIV, a quien le habían seducido la belleza y el número de sus pinturas, así como la rica flora contenida en sus márgenes. Lo tomó para sí como su ejemplar predilecto y lo conservó en el Gabinete de las Curiosidades del Castillo de Versalles. Nuevamente descubierto ciento cincuenta años más tarde, no pudo escapar a la avidez de Napoleón III, quien lo incluyó entre las obras favoritas de su colección, y lo expuso en el efímero Museo de los Soberanos (antes y después Museo del Louvre). Allí estuvo durante toda la vida del falso museo, desde 1852 hasta 1872. El editor Curmer (1861), consciente de su valor, pidió a Lemercier una reproducción litográfica de toda la obra mientras aún se encontraba en el Louvre. En 1872 pasó a la Bibliothèque Nationale.